martes, 26 de enero de 2010

Rechazo

La vi de refilón. Como una figura indefinida. La vi de soslayo, sin fijarme demasiado en nada de ella y, sin embargo, en ese gesto nació algo dentro de mí. La obligación nos puso en la necesidad de hablar. Parecía un ser interesante. Tenía un bello rostro y un pelo moreno ensortijado muy brillante, algo parecía ocultar, creí que era algún dolor, algún misterio, algo que yo quería saber. Poco a poco fuimos quedando a comer. Procuré siempre ser muy amable, cortés. Estas galanterías, ella parecía no entenderlas. Yo no sabía por qué. Yo le hablaba de mi vida, me sinceraba con ella. Ahora me doy cuenta de que no fui correspondido. No supe nada de ella. Creí que seríamos amigos. Deseaba ser su amigo. Pero me equivoqué. Mi deseo no era el suyo. Sutilmente rechazó mi trato especial. Ella era la más importante en aquel lugar y sin embargo yo para ella era uno más. Rechazo. Rechazo a mi insistencia, a mi amabilidad y quizás agobio también sintió todo el tiempo que yo creí que compartíamos. Pero la alegría sólo era mía. No fui nada para ella y a mí me cortó la respiración por más de un año. Qué duro es haber hecho tanto para conseguir un deseo, y que finalmente no se cumpliera. Las personas son libres incluso para no hacer caso de la entrega absoluta. Un solo chasquido de sus dedos hubiera removido el mundo entero. Sin embargo, lo dejó pasar, no me quiso complacer, no reconoció mis esfuerzos, mi cariño, mi amabilidad. Me gustaría decir que ella se lo perdió, pero no es así. Lo perdí yo todo. Ella se quedó como estaba antes de conocernos. A mí sólo me quedó el desgaste de mi alma toda, como si la hubiera puesto a centrifugar una niña indolente y caprichosa. Aún llora mi corazón cuando recuerdo este, mi más doloroso rechazo.

1 comentario:

Observadora dijo...

Así es la vida a veces, ella se lo perdió.
Muy bueno.