Qué bien viene estar en silencio. Leer, escribir, pensar... qué bien viene. Pero en silencio.
martes, 26 de enero de 2010
En la oscuridad
Abro la puerta lentamente. Al otro lado del quicio todo es oscuridad. La leve luz a mi espalda proyecta sobre el fondo de la habitación una difusa sombra. Doy dos pasos dentro de la habitación y me vuelvo para cerrar la puerta poniendo mucho cuidado en que el pestillo no haga ruido. Camino despacio intentando que mi presencia no se note. Palpo las paredes del breve pasillo y ya oigo sonidos. Son leves quejidos y movimientos bruscos en el aire, ligeros golpes y chasquidos. Los sonidos son mi guía en la total oscuridad. Me aproximo poco a poco a la fuente del sonido, teniendo cuidado de rodear la cama para no tropezar o hacer un ruido de más. Paso a paso voy colocándome en posición. Palpo con los dedos alrededor de la cabeza y encuentro lo que busco. Con la mano izquierda busco la entrada. Noto unos labios húmedos que se giran con avidez a mi contacto y una lengua suave que me lame a intervalos cortos. Calculando en la oscuridad meto el chupete en la boca. Escucho un suspiro profundo de alivio. Compruebo que la respiración se calma. Cesan los golpes y los ruidos. Dejo la habitación despacito, enjugándome la saliva de los dedos en la palma de la otra mano, deshaciendo el camino con igual cautela. Mi hijo ya se ha vuelto a dormir.
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