Qué bien viene estar en silencio. Leer, escribir, pensar... qué bien viene. Pero en silencio.
martes, 22 de diciembre de 2015
Vacío hueco
Cuán solo te vas a quedar y lo sabes.
Quizás muerto sería mejor. Lejos de todo. Porque no entendí el mecanismo del vivir, debería disolverme en el Todo.
Pero tiraré mi pellejo seco por el abismo.
Cuán solo te vas a quedar y lo sabes.
Qué dolor, cuánto dolor. En todo este tiempo, dolor, error, control, dolor y ya el máximo dolor. El arrebato último, lo inesperado, el rayo fulminante: tírate, pero ya nada puedes hacer.
Egoísta, idiota, engreído, ingrato, soberbio,... creíste ser lo que no eres, poder con lo que no puedes y estás al borde del abismo con tu pellejo seco y tu alma huida. Y sólo preguntas: ¿qué hago?
Cuán solo te vas a quedar y lo sabes.
viernes, 10 de abril de 2015
Cachorros
domingo, 27 de octubre de 2013
Mi ser de luz
Y en el momento más inesperado te me presentas y me hace llorar tu recuerdo, agolpándose en mí la alegría de haberte conocido.
Tu trato amable, tu saber escucharme, el hacerme sentir importante, listo y fuerte. Que cada salida fuera una aventura, que cada momento fuese especial, es un lazo tan intenso que la muerte no lo ha podido cortar.
Cuando te noto entre mis sueños me recorre el cuerpo una emoción total de alegría por no haberte perdido.
Hace nada te oí decir tu nombre y sentí que me cubría tu manto protector mientras lloraba de gozo mi alma acompañada.
Que no me dejes nunca es el alivio del viajero que se creía perdido y solo en medio del mar.
Gracias por elegirme.
miércoles, 20 de marzo de 2013
Paz
domingo, 23 de diciembre de 2012
Huida
Quizás no es elegante.
Lo que es seguro,
Es que mira al futuro.
Mas de lo que se huye,
Finalmente te intuye.
Y lo que quisiste dejar atrás
al cabo te atrapará.
No huyas de lo mal hecho.
Corrige antes de continuar.
Que lo malo te persigue,
Aunque no pares de andar.
jueves, 3 de noviembre de 2011
sábado, 22 de octubre de 2011
Yo sin ETA
Tengo treinta y seis años y mi mujer me abraza porque ve mi piel de gallina y mis ojos brillantes. Adivina como nadie que algo más pasa por mi cabeza aparte de la propia noticia. Y tiene razón como casi siempre, porque los recuerdos me traen con ellos aquellos sentimientos de impotencia e incredulidad ante las barbaridades.
Aún recuerdo cuando mis familiares de Francia me preguntaron una vez: "¿pero los de ETA qué quieren en realidad?" y con mis veinte años de experiencia en muertos y atentados de entonces no supe que contestarles. ¿Qué piden estos con extrosión, tiros, secuestros y bombas? Cercenando así la normalidad a toda una sociedad y sobre todo a la gente en el País Vasco. "No lo sé, sólo son unos asesinos" contesté a mis familiares franceses allá en Noisy-le-Grand.
Soy madrileño y he vivido con miedo a morir o a que maten a cualquier amigo o conocido. Ahora me parece mentira que mis hijos crezcan sin estos recuerdos que yo tengo de atentados y secuestros, de coches bomba y manifestaciones de rabia contenida. Sin temor.
ETA ocupa un buen trozo de mí mismo y ahora mi yo sin ETA será un yo mucho más feliz, sin duda.
viernes, 19 de agosto de 2011
Lacerta schreiberi
Lástima no tener una cámara mejor, pero he hecho lo que he podido.
http://www.asturnatura.com/especie/lacerta-schreiberi.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Lacerta_schreiberi
domingo, 14 de agosto de 2011
El precipicio
El cuerpo me pide acción, no soporto la espera. Hay que hacerlo de una vez y hacerlo me mata de miedo. Encima estoy sonriendo. No pasa nada, todo va bien; digo a todo el mundo. Ay, qué pequeño me parece mi estómago y se me olvida respirar. Toma aire muchachito que te vas a desmayar.
Ya está, no hay marcha atrás, el telón se abre y debemos actuar.
jueves, 10 de marzo de 2011
Nadie nace sabiendo.
Detrás aparece un niño, algo más mayor, con la lengua fuera y cara de pillo, que interpreta su papel de monstruo comeniñas gateando solemnemente. Ruge y cabecea mientras la niña grita alocada huyendo a ratos del monstruo y parando luego a mirar que no se vaya y la deje sin diversión.
Finalmente el monstruo alarga las garras gordezuelas y atrapa el cuerpito. Carcajada incontrolable, cae en el regazo del niño que, raudo, le descubre la barriga para hacerle pedorretas retumbantes que hacen chillar a la víctima ya entregada y debilitada de tanto reir.
El monstruo cansado y satisfecho mira a los padres y sonríe alegre de haber aprendido a jugar con esa pequeña a la que pronto llamará hermana.
jueves, 14 de octubre de 2010
A mi niña
no tengas reparo en ello
que lo triste fue creer
que nunca pudieras hacerlo.
Llora cariño mío
no tengas cuidado en ello,
que todos felices estamos
de poder oír tu lamento.
Llora Martina, llora
que la vida no toda será sufrimiento,
que ya ha pasado lo peor
y ahora sólo queda contento.
martes, 26 de enero de 2010
Dónde estoy yo.
Este documento que me dispongo a publicar ha aparecido en una carpeta recóndita de mi computador. La verdad es que estuve haciendo un pequeño ejercicio de memoria, por ver si recordaba el momento en el que escribí esto con tan mala leche. Ya sabéis: sólo escribo si estoy arrebatado (de amor, de odio o de cualquiera otra emoción). Después de pensar un poco y no encontrar la respuesta, vi que lo escribí poco antes de nacer Marcos. Esto me hace aún más gracia, porque hoy por hoy los temores que desencadenaron este escrito están desterrados y no tienen ningún lugar en mi corazón. Mis hijos son lo mejor que me ha pasado, pero este texto quizás sirva para los que están a punto de que les cambie la vida con un hijo. Tranquilos, no pasa nada grave.
Dedicado a todos y todas los que, a veces, me leen.
¿Dónde estoy yo? ¿dónde aquel ser especial que creía ser? ¿dónde fue la ilusión? ¿dónde está el arrebato, la locura, lo auténtico, la frescura? Nunca fui nada de lo que me creí. La vida me llevó por derroteros que yo nunca transgredí. Veo que me hago mayor y nada a mi alrededor ha dejado de ser baladí. Nada tiene sentido. Nada es auténtico, vivido, todo diferido, observado, alejado de mí. ¿Dónde estoy yo? ¿dónde mi amor? ¿dónde mi significación, mi legado, mi camino, mi excusa para existir? No la encuentro, ni siquiera la perdí, porque nunca la poseí. Estoy perdido, perdido, perdido en mi vida, en mi rutina, en una segunda existencia de mentira. Este no soy yo, mi yo no existe ya más que para mí, en noches de frenesí, alcohol y destrucción. Nunca ya podré expresar lo que deseo de verdad que es enfermar de amor, de peligros y libertad. Me pudriré poco a poco, consumido en mi vida feliz, a la vista de todos en mi tumba de oro.
Las batallas
Contra la melancolía
En la oscuridad
Rebosar
Rechazo
Yo y las letras
Siendo niño aprendí muy tarde a leer. La maestra en primero de E.G.B. insistió e insistió. Mis padres: erre que erre. Y a mí eso de leer me parecía un rollo. Mejor era jugar o ver la tele. Me distraía con cualquier cosa y mis lecturas eran torpes, cansinas y entrecortadas. No le sacaba ningún jugo a esos cuentos o historietas de los libros de texto. Fue tal el esfuerzo para aprender a leer, que pasé prácticamente toda la infancia sin leer voluntariamente nada. No leía ni tebeos.
¿Qué pasó entonces?¿Cuándo y por qué me enamoré de los libros?
Lo cierto es que en casa de mis padres siempre ha habido libros. Mi padre es un gran lector, un triturador como digo yo. Lee de todo. Su madre siempre me regalaba libros, junto a algún dinerillo, en los cumpleaños, reyes u otros momentos señalados. Mi tío (hermano de mi padre) también es un gran lector y cuando se hizo mayor empezó a regalarme libros también, junto a discos de música. Aquellos libros regalados se pasaron años en las estanterías de mi habitación, sin hacerles yo ningún caso. Me parecían regalos absurdos. Intentaba leerlos, pero me cansaba pronto y los abandonaba. Carecía de la imaginación o la paciencia de imaginar los relatos de los libros.
Hubo una maestra en E.G.B. que nos hizo leer en sexto un libro sobre un niño primitivo y su familia. "Ur" creo que se llamaba el libro. Aquella historia sí me gustó. Con once años la entendí y me di cuenta de que en los libros podían contarme cosas interesantes. Pero no fue tan fuerte la corriente como para que me iluminara y me pusiera a leer. Aquello fue más tarde.
Me encontré en el instituto, con 14 años. Un centro nuevo, gente nueva y había que adaptarse. Había allí compañeros que habían leído mucho, que compartían comentarios sobre libros y yo estaba fuera de lugar. Recuerdo que tuvimos un profesor de lengua. No recuerdo su nombre, pero aquel profesor nos dijo que aunque su asignatura era lengua y no tendríamos literatura hasta el siguiente curso, en su clase se leían libros de forma voluntaria. A mi me pareció bien eso de "voluntario". Y leí todo lo que nos mandó. Y de pronto me enamoré para siempre. Aquello sí eras buenas lecturas: "El señor de las moscas", "El guardián entre el centeno" y otros títulos que no recuerdo. Libros que hacían reflexionar y vivir en primera persona las aventuras.
Aquel mismo verano me propuse leer. Os lo juro. Con esas ceremonias que se hacen en la adolescencia, me miré al espejo y dije: "Tú vas a leer todos los días". Mi estreno fue con "El Hobbit" de J.R.R. Tolkien y el último que está en mis manos es la tercera parte de "Aléxandros. El confín del mundo" de Valerio Massimo Manfredi. Entre medias casi veinte años de cientos de lecturas, de disfrute y sufrimiento junto a miles de personajes y autores.
Este artículo es mi agradecimiento a mis padres, maestros y profesores por su insistencia en que descubriera el maravilloso mundo de los libros.