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martes, 22 de diciembre de 2015

Vacío hueco

Arrebato silenciado es esto que me enerva. Torpeza total del cobarde que tuvo y no supo cogerlo. Desesperado grito mudo que pide lo que creyó suyo.
Cuán solo te vas a quedar y lo sabes.
Quizás muerto sería mejor. Lejos de todo. Porque no entendí el mecanismo del vivir, debería disolverme en el Todo.
Pero tiraré mi pellejo seco por el abismo.
Cuán solo te vas a quedar y lo sabes.
Qué dolor, cuánto dolor. En todo este tiempo, dolor, error, control, dolor y ya el máximo dolor. El arrebato último, lo inesperado, el rayo fulminante: tírate, pero ya nada puedes hacer.
Egoísta, idiota, engreído, ingrato, soberbio,... creíste ser lo que no eres, poder con lo que no puedes y estás al borde del abismo con tu pellejo seco y tu alma huida. Y sólo preguntas: ¿qué hago?
Cuán solo te vas a quedar y lo sabes.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Paz

Despertando en una cama cómoda. En la que cada leve gesto se absorba en algodón. Ventana de luz indirecta que ilumina con el amanecer. Cara sin pesadez, cuerpo sin dolor. Mirar el techo, recordar la noche pasada y que no haya nada, sólo calma. Aguzar el oído y no oír. Sólo con esfuerzo el murmullo lejano de las olas rompiendo en la playa o el piar de pajarillos saludando el día. Cerrar los ojos y sentir el latido propio, pausado y rítmico, a los lados del cuello. Y sentir que la quietud del cuerpo le hace desaparecer de relajación. Haber dormido. Haber descansado. La preocupación a siglos de distancia, ajena a mí, hija sin reconocer en mi nuevo existir. Y la perspectiva de ninguna obligación penosa, ningún quehacer mercenario. Sólo hacer mi capricho. Libre, un nuevo día libre de penas, libre de fealdad, dolor o rabia. Vida bellamente irreal, fantasía de felicidad, un día con potencialidad de paz.

martes, 26 de enero de 2010

Sola

La joven no lo tenía muy claro, pero con dudas y todo, entró. Al traspasar la valla, sintió cierto frío. Frío dentro, en el cuerpo. Todo estaba allí, los edificios y los espacios, todos conocidos, mas inanimados. Como títere sin titiritero se había quedado todo. Pura inmovilidad, cáscara, fachada, máscara hueca. También había gentes allí. Gentes que andaban, hablaban y sonreían en una nebulosa que amortiguaba los sonidos y hacía ver las escenas en la lejanía de un túnel. Aquello ya nunca sería lo que fue. Ahora era un desierto de soledades. Almas solas, entre almas solas. Inmóviles, cáscaras, fachadas, máscaras huecas. Dónde encontrar las conexiones, dónde las pasiones en aquel lugar. El alma de la joven se quejaba a la deriva. Sola, entre almas solas. Dónde hallar un alma amiga, una gemela de valor equivalente, frecuencias parejas e inquietudes acompasadas. En aquel lugar ya no. La gemela existió allí, pero se fue. Dejando a la joven sola con su sola alma a la deriva.

Desespero

En ocasiones desearías ser un alma seca. El alma seca no siente, no sufre y no desea. Si yo tuviera un alma seca, los vaivenes de mi mente no estarías retorciéndome a cada instante, acechando tras cada esquina, esperando a que baje la guardia para alimentarse, devorar mi carne fresca y dejarme seco, como mi alma seca. Seco e inmutable no me vería dudoso, nada de amor ni de pasión. En un mundo seco de pasión, todo racional, controlado y robótico sería feliz. Muerto en vida, sería feliz. Y sin embargo, cada paso en este mundo es un dolor, una duda, una elección. Bautismos sin fin hacia no se sabe qué. Buscando qué. Huyendo de qué. Perdidos, estamos perdidos. Sin una vida real, pegada al terruño, existimos con temor en una vida vaporosa, en un espacio de niebla donde braceamos sin encontrar apoyo, sólo patrañas, ideas falsas, las vidas de otros. Nuestra vida quedó lejos, sin estrenar, extraviada para siempre. ¿Dónde está el niño que fui? ¿Por qué ya no puedo reir como él? ¿Quién me quitó aquel sentir de plenitud? ¿Vivía engañado e ignorante entonces, o es ahora cuando el engaño me domina? ¿Por qué no tengo amigos? ¿Dónde la sencillez, dónde la verdad? Perdidos, perdidos y solos estamos. Nada nos espera al otro lado. Moriremos y nada ocurrirá. Sólo la pudredumbre de un cuerpo más, que quizás florezca en mala hierba.

Abulia

Enciendo un cigarrillo. El humo pasa por mi boca y quema en mi garganta. Pero no importa, aspiro un poco más y lleno mis pulmones de veneno bien a conciencia. Con las persiana medio bajada veo entre penumbras la botella de bourbon y el vasito lleno de huellas y un resto de líquido dorado. Exhalo el humo directo a la botella y me entretengo en ver el efecto sobre la luz oblicua que proyecta la persiana. Me pongo otro vaso y lo apuro hasta el fondo. El bourbon compensa la aspereza del tabaco. Deja un picor en la punta de la lengua y un regusto a madera. No consigo eliminar el resto de líquido del fondo del vasito, saco la lengua y lamo. Veo ya entre tinieblas el fondo del salón, he debido de fumar mucho, la atmósfera supongo que está cargada, pero no noto nada. Estoy solo. Nadie va a venir, no habrá interrupciones. Creo que llevo tres días así. Ya acabé con los aperitivos y el pan de molde. Me queda algo de queso de untar y pan tostado. No pienso cocinar. Comeré cualquier cosa, cuando tenga hambre. Creo que aún estoy demasiado despejado. No dejo de pensar. Me trago otro vasito y ahora lo lamo a conciencia, girando el vasito por completo sobre mi lengua. Qué rico. Debería ir a mear, pero voy a aguantar un poco más. Cojo otra vez el taco de preguntas del trivial: Geografía- ¿qué localidad española fundaron los fenicios con el nombre de Ébusus el año 654 antes de Cristo?. Joder con la preguntita. Con el pedo que llevo como para pensar. Giro la tarjeta: Ibiza. Dejo el taco de preguntas. Otra calada, exhalo y me sirvo otro vasito de bourbon que apuro inmediatamente. Quizás si hubiera tenido ganas, hubiera podido acertar la pregunta. Pero para qué. La respuesta viene detrás y estoy solo. No me hago trampas a mí mismo. Es cierto que cuando se juega en serio, unos contra otros, con el tablero y la competición, estas cosas no se pueden hacer, pero en este caso da lo mismo. Tengo el pensamiento un poco turbio y los ojos secos. Debería ir a mear, pero me sirvo otro vasito. Esta vez aspiro el humo, bebo el bourbon y exhalo el humo. La cabeza me da vueltas. Estoy en una espiral descendente, la cabeza se separa de mi cuerpo de algodón. El agujero negro me absorve y desciendo, desciendo. No veo nada. Me toco los ojos para comprobar que los tengo abiertos. Sí, lo están pero no veo nada. Debe ser de noche. Siento frío en la entrepierna. Me toco y estoy todo mojado. Me he meado encima. Ahora pienso que debería haber ido a mear antes. Me levanto y palpo para no tropezar y poder encender la luz. Al fin encuentro la clavija y la acciono. El salón está revuelto y sucio. Restos de comida seca en platos y bandejas sobre la mesa y el suelo. Dos botellas vacías de vino, tres litronas secas y una docena de botes de cerveza repartidos por todas partes. El sillón tiene un cerco amarillento y un agujero donde cayó el cigarrillo. Suena el teléfono. Me parece un sonido irreal. Debo estar muy borracho como para hablar con nadie. Lo dejo que suene. Me acerco a la mesa y cojo el paquete de tabaco. Me enciendo otro cigarrillo, voy a abrir la ventana. Abro dos dedos y el calor de fuera se cuela desesperado, como queriendo huir. Cierro otra vez. Son las once y media y no parece que vaya a refrescar. Qué calor. Suena el teléfono. Lo dejo sonar, ya se cansarán.

En un pozo oscuro y profundo

Una personalidad insegura, que se entrega confiada a quien no debe, corre el riesgo de caer en el pozo. Una vez que ha caído, los demás nos vemos incapaces de ayudar. Todas nuestras palabras, todos nuestros hechos, los ánimos, las reprimendas caen en ese pozo inagotable. El maldito pozo es creación de ella y sin embargo no se da cuenta. No percibe su propio poder sobre el pozo y no lo destruye. El pozo es por tanto percibido como impuesto e incluso merecido. En estas circunstancias, la personalidad insegura se aloja en él, aún siendo un lugar oscuro y profundo. En esa incomodidad encuentra una particular comodidad. Es entonces cuando el pozo se la traga poco a poco. El pozo la hunde lejos, donde nuestras voces y actos ya no tienen ninguna repercusión.