martes, 26 de enero de 2010

Desespero

En ocasiones desearías ser un alma seca. El alma seca no siente, no sufre y no desea. Si yo tuviera un alma seca, los vaivenes de mi mente no estarías retorciéndome a cada instante, acechando tras cada esquina, esperando a que baje la guardia para alimentarse, devorar mi carne fresca y dejarme seco, como mi alma seca. Seco e inmutable no me vería dudoso, nada de amor ni de pasión. En un mundo seco de pasión, todo racional, controlado y robótico sería feliz. Muerto en vida, sería feliz. Y sin embargo, cada paso en este mundo es un dolor, una duda, una elección. Bautismos sin fin hacia no se sabe qué. Buscando qué. Huyendo de qué. Perdidos, estamos perdidos. Sin una vida real, pegada al terruño, existimos con temor en una vida vaporosa, en un espacio de niebla donde braceamos sin encontrar apoyo, sólo patrañas, ideas falsas, las vidas de otros. Nuestra vida quedó lejos, sin estrenar, extraviada para siempre. ¿Dónde está el niño que fui? ¿Por qué ya no puedo reir como él? ¿Quién me quitó aquel sentir de plenitud? ¿Vivía engañado e ignorante entonces, o es ahora cuando el engaño me domina? ¿Por qué no tengo amigos? ¿Dónde la sencillez, dónde la verdad? Perdidos, perdidos y solos estamos. Nada nos espera al otro lado. Moriremos y nada ocurrirá. Sólo la pudredumbre de un cuerpo más, que quizás florezca en mala hierba.

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