martes, 27 de diciembre de 2011

Pesadillas recurrentes infantiles

Sopla aire que me enfría los pies. Me giro en la cama y ella no está. Me he desarropado no sé desde cuándo. Abro los ojos más y no se ve nada. No recuerdo muy bien dónde estoy, tampoco sé muy bien quién soy, sólo sé que estoy solo en la cama.
Sopla aire que me enfría los pies. Me incorporo en la cama y ella no está. Creo que ella estaba conmigo antes, tal vez lo he soñado, no lo sé con seguridad.
La llamo fuerte, me siento inseguro, no sé dónde puede estar la luz de este tugurio.
Llamo y llamo y mi voz no se oye, de entre todos los sonidos del mundo el mío se esconde.
Quiero gritar, mis pies se hielan, esta manta es muy rara no hay forma de abrigarme con ella.
Sin más, floto por encima del lecho, no puedo saber cómo lo he hecho.
La oscuridad no es tan grande como hace un momento, los objetos están flotando y yo entre ellos.
El silencio es total, sordo me siento, no sé a que se debe tan raro momento.
Sin sonido ninguno no soy yo el que vuela, me siento manejado como una marioneta.
El miedo me puede, no consigo dominar nada de lo que ocurre en este asunto fatal.
De vuelta en la cama, de la pared asoma una cabeza horrible que como loca llora.
Me giro en la cama y no quiero mirar, del techo me gritan voces sin parar.
Abro los ojos veo mi habitación, con temor y bajito llamo a mi madre: ven, por favor.
Mi madre acude, ya todo ha pasado, de nuevo he tenido mi sueño atormentado.

No hay comentarios: