miércoles, 20 de marzo de 2013

Paz

Despertando en una cama cómoda. En la que cada leve gesto se absorba en algodón. Ventana de luz indirecta que ilumina con el amanecer. Cara sin pesadez, cuerpo sin dolor. Mirar el techo, recordar la noche pasada y que no haya nada, sólo calma. Aguzar el oído y no oír. Sólo con esfuerzo el murmullo lejano de las olas rompiendo en la playa o el piar de pajarillos saludando el día. Cerrar los ojos y sentir el latido propio, pausado y rítmico, a los lados del cuello. Y sentir que la quietud del cuerpo le hace desaparecer de relajación. Haber dormido. Haber descansado. La preocupación a siglos de distancia, ajena a mí, hija sin reconocer en mi nuevo existir. Y la perspectiva de ninguna obligación penosa, ningún quehacer mercenario. Sólo hacer mi capricho. Libre, un nuevo día libre de penas, libre de fealdad, dolor o rabia. Vida bellamente irreal, fantasía de felicidad, un día con potencialidad de paz.