Entre las jaras pegajosas corretea un pequeño ser. La mata se remueve y tiembla espasmódicamente surgiendo rápida de nuevo la pequeña niña de barriga prominente y sonrisa luminosa.
Detrás aparece un niño, algo más mayor, con la lengua fuera y cara de pillo, que interpreta su papel de monstruo comeniñas gateando solemnemente. Ruge y cabecea mientras la niña grita alocada huyendo a ratos del monstruo y parando luego a mirar que no se vaya y la deje sin diversión.
Finalmente el monstruo alarga las garras gordezuelas y atrapa el cuerpito. Carcajada incontrolable, cae en el regazo del niño que, raudo, le descubre la barriga para hacerle pedorretas retumbantes que hacen chillar a la víctima ya entregada y debilitada de tanto reir.
El monstruo cansado y satisfecho mira a los padres y sonríe alegre de haber aprendido a jugar con esa pequeña a la que pronto llamará hermana.